domingo, 2 de octubre de 2011

Espera. (Plantado).

Como un acuario.
Comentario en "Blog".
28 de Octubre 2009.


Espera:

Llegue temprano, como siempre, e hice lo que hago todas las veces que esto pasa, busco un árbol y cobijado en su sombra y su frescor me dedico a esperar, mientras leo un libro...

Y espero...

Siempre espero...

No se bien por que siempre tengo la manía de llegar temprano, si se que mis poco puntuales citados siempre llegaran tarde; Impuntuales. Dolorosamente ajenos a mi tiempo, pero increíblemente conscientes del valor del suyo, de ese, que no hay que desperdiciar, excepto el mío, tal vez este, el mio, les es indiferente. Uno es solo consciente de lo que de suyo es, lo demás es lejano, difuso, lejos del punto de enfoque del lente de nuestra percepción y nuestra realidad y por lo tanto irrelevante, secundario, cuanto más.

Espero...

Siempre espero, a los amigos, a los funcionarios, en los engorrosos tramites burocráticos y a las mujeres que pretendí, Esas que en algunos casos (Muchos diría yo.) me dejaran esperando dolorosas y anhelantes horas, para, las mas de las veces ni siquiera presentarse. Plantón deliberado en jardinera ausente y mano intangible. Me imagino que se reirían a escondidas de mi, sabiendo que las esperaba estúpidamente, como tonto, plantado en el piso como si de un árbol más en la banqueta se tratara, levemente encorvado, inclinado y a veces desojado. Me he preguntado, una y otra vez si es divertido o les habrá causado algún placer mal sano el saber que uno, yo, o lo que soy estaba ahí firmemente plantado al piso en dolorosa y anhelante espera mientras ellas, despreocupadas y olvidadizas atendían el no desperdiciar su valioso tiempo. No desperdiciado, o al menos no conmigo... Recuerdo que alguna incluso me dijo que olvido la cita, que novedad, eso me hizo cuestionarme acerca de que si una espera olvidada jamas sucedió. No, para ella no, tal vez para mi sí y por este simple hecho posiblemente es o fue inexistente.

Espero...

La espera es Don de Reyes, es esa rara cualidad que separa a los genios del populacho, del vulgo raso, pero, en mi caso, no me siento mas digno, noble, real o inteligente por el solo hecho de esperar.

Espero...

Abro el libro, y lo estimo. Por ser un compañero mudo que empieza a platicar con uno en el momento en que se le hojea. Adoro a estos pequeños compañeros de viaje siempre dispuestos a conversar en cualquier momento y lugar. A pesar de eso, creo que es malo leer mientras uno espera, pues esta conversación personal es siempre influida por el diablillo de la impaciencia, la cual es una pésima compañera de lectura, pues acelera el ritmo e impide la comprensión de lo que debería de ser una plácida charla con el libro. Así impulsado, con impaciencia, uno devora las hojas, una tras otra, una, dos, tres, doce y cuando uno repentinamente se detiene se da cuenta que el reloj solo ha avanzado unos pocos minutos y que uno no tiene sino una remota idea de lo que leyó, impaciente.
Y me doy cuenta, de pronto, que vas atrasada y no llegas.

Espero...

Mis piernas se cansan de esperar. Se mueven de un lado para otro, inquietas, luego a la derecha y después a las izquierda, se cruzan y descruzan, creando nudos efímeros, como si quisieran atrapar el tiempo en su lento transcurrir. Por que cuando uno espera el tiempo es lento, viscoso, pegajoso, pesado. El pie de una pierna hace giros trazando con su punta órbitas etéreas en el espacio donde un paciente dedo gordo se ha transformado en satélite de un pie impaciente, mientras el otro pie se mueve de arriba abajo haciendo que el tacón del zapato aporreé el suelo con ritmo de maquina de coser, mientras da puntadas de impaciencia en suelo.

Espero...

Espero y siento como el tiempo me llega en oleadas. Densas, obscuras, viscosas. Siento como los segundos se apilan como guijarros en mis pies, lentamente, uno a uno. Hasta formar pequeños pedruscos de minutos. Se apilan, como esas pequeñas piedras que he visto colocadas alrededor de las cruces de lamina que bordean las carreteras llenas de curvas camino de Mazamitla o Tlalpuhahua y de tantos otros pueblos a los que fui en mi infancia, recuerdo estas cruces de lamina o hierro, pacientes, negras, de letras ilegibles, oxidadas, algunas cubiertas en su base por un túmulo de piedras apiladas por gente que buscan recordar a una persona que falleció en ese lugar.
Y esas cruces están allí, mudas y pacientes, esperan.

Espero...

Los segundos se acumulan y me impiden moverme. Pronto su túmulo temporal me empezara a presionar plantas de los pies Que casi seguramente empezaran a echar raíces. Pero no pierdo la esperanza y se que vendrás. ¿Espero? Y el túmulo de segundos acumulados empieza a presionarme. Me impiden moverme. Sepultado por el peso del tiempo de espera siento mis pies firmemente plantados al suelo, enraizados ya. Podría jurar que mis brazos están duros e inmóviles, como ramas, y que mis dedos se han confundido con las hojas del libro que traía entre ellas. Siento como mi pelo crece en forma de liana y que las semillas depositadas por el viento en el jardín de mi cabello mientras esperaba han eclosionado.
Disfruto del calor del sol mientras mi cuerpo crece y reverdece mientras un pájaro se posa en mi cabeza y hace su nido en mi pelo. ¿Ya es verano? ¡Que rápido pasa el tiempo!
Y mientras mis ojos derraman lagrimas de rocío y las ideas florecen en mi cabeza de verdor renovado me doy cuenta que otra vez, otra vez..." Me han dejado plantado".

Espero...

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