jueves, 20 de octubre de 2011

Tocata...Y fuga...(En do menor.)

31 Octubre del 2010 - 10 de Noviembre 2010


La fuga. (Anécdota.)

Tal vez sea por que estoy llegando a la crisis de la edad adulta, el encontrarme de pronto en la edad madura y saber, que lo que e creído y esperaba de mi no se a cumplido, no se ha realizado. Liberarme un poco de la cárcel de la rutina y de el demonio del trabajo. Huir del tedio, del confort, de la casa y del lugar común. Estar solo, disfrutando del camino y de la soledad y de la apabullante y desagradable compañía de mi persona.

Desde mediados de la semana planee que hacer con mi día de descanso, manejaría por la autopista para llegar a una salida que conduce a una carretera de dos carriles que sube sinuosa por la sierra que bordea esta gran ciudad de los IMECAs (Mexico D.F o el ombligo de la luna, para ser más precisos). Conducir por este camino por el que hace diez y ocho o veinte años, no recuerdo bien, mi padre nos llevo a dar un paseo. Recordaba o estaba seguro de recordar, que no es la misma cosa, casi todas las singularidades del camino. De en donde tomar la desviación en la autopista y de en donde o por donde seguir hasta llegar a que pueblo y de ahí continuar subiendo por la sierra hasta llegar a una presa y después, en el punto mas alto de la carretera llegar a un valle plano, de pastos bajos donde mi memoria me indicaba que existían unas bancas y asadores de concreto bordeando la carretera.

Así pues salí, dispuesto a recorrer caminos nuevos, lejanos, que solo existían en mi memoria y de los cuales quería confirmar su existencia. Sentirme libre, liberado del tedio, dejar un a un lado, aunque sea por un día los miedos racionales y las preocupaciones. Vagar, con rumbo definido, dar un paseo, hacer aquello que se supone la gente hace para divertirse, distraerse, pasar el rato. Dirigí mi rumbo hacia la carretera, hacia un camino serpenteante, rodeado de casas y negocios, y de campos llenos de autos chatarra que dormían el sueño de los justos mientras sus carrocerías se podrían lentamente entre los óxidos diversos que atacan sus cuerpos, los metálicos y los del olvido. No pude sino sentir un poco de lastima por ellos, olvidados en estos lotes llenos de pasto y vació. Proseguí mi rumbo, huyendo, por un día, a la rutina de mi día de descanso que cada vez se parecen mas a un día de trabajo, tal vez por eso sentía esta ansiedad que me impulsaba a manejar rápido, mas rápido y a desesperarme por el paso lento de los autobuses que a paso renqueante subían por el camino. Mientras mi ansiedad subía, mi deseo de fuga me impidió disfrutar de la carretera, de sus curvas y de su sinuosidad, de disfrutar del sol y de la caricia del aire fresco, de la belleza del paisaje transformado en un borrón verde y azul que pasaba, deprisa, por la ventanilla.
Mientras veía los letreros de la carretera regresaron mis miedos, esos que yo creía alejados por la distancia, guardados en un cajón en mi casa. La tiranía del reloj me apretó las riendas y las ideas de las que desesperadamente trate de huir, lentamente se apoderaron de mi cabeza. ¿No era acaso ya muy tarde?¿A que hora regresaría a la casa?¿Y si alguien me hablaba al teléfono móvil?¿Qué le diría? ¿Como le explicaría que estoy cometiendo una fuga de mi rutina?
Las preocupaciones y temores se fueron acumulando lenta y pesadamente en mi cabeza. ¿Y si se me acababa la gasolina en estos terrenos serranos?¿Quien me ayudaría, que haría? A partir de ese momento cada tramo de camino era de angustia, se me hizo imposible disfrutar del clima o del paisaje. Cuando finalmente llegue al punto mas alto de la carretera, este, que termina en un valle de pastizal bajo, con los comedores y asadores de bancas de concreto que estaban ahí, justo como los recordaba, cometí un acto de gran cobardía, un acto absurdo. Apenas baje del auto me sentí profundamente incomodo, mis temores me tomaron por asalto y patendome me obligaron a subir al auto, poner el motor en marcha y alejarme a toda velocidad de aquel lugar, como si este estuviera maldito. Regrese por el camino serpenteante dominado por el temor de quedarme sin gasolina y esclavo al filo doloroso de la aguja del marcador de nivel de combustible. Gobernado por el miedo al tiempo y que se hiciera de noche y yo continuara manejando, o que, por el hecho de no estar en mi casa tal vez alguien me hubiera telefoneado (algo altamente improbable) y yo no hubiese contestado.

Regrese rápido, ansioso, a esta jaula y cueva que es mi casa, en donde me encerré nuevamente. Y me deje caer pesadamente en la comodidad de la rutina y el tedio, donde me sentía protegido y cómodo.

Me di cuenta que mi breve fuga fracaso, que no tengo el valor ni el coraje para fugarme de mi vida confortable, a pesar de eso, un pequeño gusanillo anida, como polilla en el interior de mi cabeza y teje el capullo de una idea. Pronto volveré a darme la fuga...

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