sábado, 27 de noviembre de 2010

Sombra y vida.

23 de Junio 2010.
Blog.
Nubes rojas (Cecila Varela).
Comentario.


Sombra.

Todavía se encontraba pasmada, paralizada, mientras sus ojos, aun cerrados se suspendían a unos pocos centímetros del frío concreto de la banqueta. Aún no osaba moverse, paralizada por el acto que recién, hace algún breve momento le había pasado. Las palmas de sus manos, levemente desolladas empezaban a dolerle, tanto por el raspón sufrido como por la fría incertidumbre acerca de lo que deberían de hacer. Se quedo quieta, un momento. ¿O tal vez muchos momentos? Su cuerpo mantuvo la posición que algunos llaman de "saludar a las hormigas".
Podía sentir la humedad recorriendole todo el cuerpo, impregnandole la piel, haciendo que sus ropas se saturaran de agua y haciendo que estas se le pegaran al cuerpo como una segunda piel.
Lentamente se fue incorporando mientras pequeñas gotas de agua fueron surcando su piel desde el norte de la frente hacia el sur de su boca, eran saladas, sin duda. Gotas de mar surgidas de pronto. Como le dolían las frías gotas de este mar lejano e imposible mientras le surcaban la espalda a medida que se incorporaba, como hojas de frío acero acero cortandole la dermis de su espalda mientras se dirigían al sur, siempre al sur, hasta la Patagonia de sus talones y el Ushuahia de su dedo pulgar.
Lentamente se puso de pie y miro a su alrededor, el pequeño semicírculo que se había creado a su alrededor y el diminuto rastro de humedad que había quedado en el suelo y aun mostraba donde se había encontrado su cuerpo hace unos instantes.
Con paso lento, inseguro, pero aun desafiante se fue alejando, muda, mientras un campo de rojas amapolas surgía en sus mejillas del lugar donde, por sorpresa, fue Abatida. Que insoportable fue su pasmo y su vergüenza al haberse visto derribada, de pronto por el peso de la ola de su propia sombra.

Una nueva gota rodó por su frente hasta sus labios, salada, sí, como el inconmensurable mar de su sombra que recién la había arrollado. Sintió miedo y una fría humedad que surgía y le recorría la piel; Aun podía sentir la resaca de este océano en la planta de sus pies.


Vida.

Mientras caminaba por el mundo, mientras el enorme peso contenido le arqueaba las espalda, le destrozaba las alas, le desprendía las plumas y le encorvaba las piernas se preguntaba hasta cuando podría aguantar.
Es cierto que alguna vez leyó que el peso, mientras mejor estuviera repartido en el cuerpo y mientras se pudiera distribuir sobre este, como si fuera ropa, desgastaba menos la resistencia física. En este momento ciertamente lo dudaba.
¿Cuando había empezado a cargar con este gran peso a cuestas? Ya no lo recordaba, solo sabia que había empezado como una pequeña canica que cada vez se había hecho mas y mas grande, a medida que crecía y maduraba. ¿Maduraba? No, mas bien envejecía, si, eso es. Este peso crecía y crecía hasta que casi le había sepultado.
En eso momento paro, cansada, resollando y miro el muy lejano horizonte. ¿Cómo llegar? Farfullo. ¿Si el peso de su vida le aplastaba?¿ Si las expectativas de lo que era, y debía de ser le pesaban tanto?¿ Si sus ambiciones le anclaban al piso? Dio un paso mas antes de caer, sepultada por el peso de su vida y allí se mantuvo, por muchos y largos días, sepultada por el inexorable peso de su vida que le impedía moverse hacia ningún lado.
Solo le quedaba una opción librarse del peso para, de una vez por todas empezar, nuevamente, a vivir. Y sentir una pequeña canica a sus espaldas que cada día crecía mas y mas...

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