sábado, 20 de noviembre de 2010

03.Tlalóc II


Ilustración: Abril Castillo.

13 de Septiembre del 2010.
Blog ( Comentario).
Como un acuario.

Abril Castillo.

Tlalóc II

No es que llueva mucho por el cordonazo de San Francisco. Lo que pasa es que Tlalóc, señor de las aguas y antiguo regente de este valle de lagrimas que llamamos Anáhuac o lugar cerca del agua, quiere recuperar sus territorios. Lugar este que antaño fue de mucha agua y poca tierra, reflejados en la luna llena. Espejo de plata que refleja en su conejo, Tochtli celeste, el patrón formado por las lagunas de Texcoco, Xochimilco, Zumpango y sus estribaciones, teniendo en su ombligo a la ciudad de Tenochtitlán, o México, que se significa como el lugar "En el ombligo de la luna".
Pecados hemos cometido los hijos de este quinto sol, y por eso debemos desaparecer como los hombres de antes, los mas primeros, los que desaparecieron en aquel diluvio universal que convirtió a los hombres de palo en monos.
Por eso llueve a cántaros, a raudales, con las compuertas de los embalses del cielo abiertas en una calculada venganza del ingenio hidráulico de Tlalóc, que intenta destruir la ciudad de los IMECAS, esa, fundada para gloria del dios Ozonotl, deidad moderna del panteón mexicano. Señor de la cara humeante, del valle nuboso y de la inversión térmica. Señor de los mil cuchillos de obsidiana que atraviesan punzantes los pulmones de los capitalinos devotos a el. Que sacrifican sus pulmones en los Teocalis del los autos, del humeante transporte publico, en los Teocallis de hierro y cemento de los edificios y las negras sendas de chapopote de los ejes viles.
Por eso debemos de desaparecer, librar al mundo de nuestra plaga y de nuestro sin razón, barridos por aguaceros de dimensiones bíblicas. De canto fuerte y ensordecedor. Desapareceriamos barridos por las olas de esta marejada que, contrariando a nuestro sentido común, se deja caer desde este mar azul que es el cielo, ahora, en estas fechas mar tormentoso y atribulado.
Desapareceríamos. Si. Si es que esta fuera la voluntad del señor de las aguas. Pero no la es, es cierto que le gustaría volver a tener su gran Teocali en el centro de nuestra México Tenochtitlán, que le encantaría tener regresar su reino lacustre en las alturas, pero Tlalóc es señor de dualidades, lo mismo quita la vida que la da, y ahora el prefiere dar vida, regarlas milpas, llenar las presas que surten del vital liquido a esta ciudad de los Imecas. Para lago y reino le basta el espejo de agua desde donde su monolito regentea sonriente el paseo de la reforma. Pero no nos confiemos, que nuevamente los nubarrones se juntan y el cielo se encrespa, en oleadas, recordemos que aunque es un dios apacible y bondadoso Tlalóc también puede ser amenazante con nosotros, recordandonos quien manda. Pues aunque justo, sabio y bondadoso ni el es libre del gusto de darle a sus hijos un gran, doloroso y sorpresivo jalón de orejas.

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