jueves, 18 de noviembre de 2010

02. Tlalóc (I)

18 de julio 2007.
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Tlalóc:


Las lluvias de estos últimos días, que han sido de proporciones monzonicas y diluvianas han hecho que la mayoría de las personas que ocupamos (Iba a decir habitamos, pero el termino me pareció harto pretencioso) este pequeño espacio geográfico que llamamos D.F. y su zona metropolitana dirijamos sendos recordatorios maternos al que creemos autor de estos eventos naturales. O sea al mismísimo dios de las aguas, al amo y señor del Tlalocan; A Tlalóc.

Para todos nosotros, Tlalóc no es mas que una mención aburrida en los libros de historia, señor de las aguas, deidad prehispánica que no pasa de ser una mención anacrónica en nuestra modernidad, donde otros dioses, mas interesantes y post modernos, como el dinero, un coche poderoso o la economía burda y los medios de comunicación parecen tener un mayor influjo sobre nuestras vidas que los ciclos del agua.
Así pues, la versión corpórea y tangible del dios de las aguas no pasa de ser la del monolito imponente, si, pero empequeñecido por la urbe que le rodea, afuera del museo de antropología.
Este monolito, inmenso y de formas vagas preside lo que fue uno de los símbolos de un país que fue y miraba con fe hacia un futuro que no se dio.
Desde su espejo de agua el gran ídolo observa la avenida,que se extiende frente a el, donde un fluido de autos, todo metal , caucho, personas, sudores y humores diversos fluyen como sangre por las arterias capitalinas. Si uno observa bien, se dará cuenta que la gran figura pétrea no tiene sino solo algunos rasgos reconocibles: Las indicaciones de un penacho, las oquedades de donde algún día, que nunca llegara, deberían de haber sido labrados los ojos, las insinuaciones de un taparrabos y su falda votiva y en su base, los rasgos de uno pies inmensos en los que se adivinan las sandalias. Sobre su rostro, si es que rastro tiene, se ven dos lineas paralelas donde, en otros tiempos diestros escultores iban a colocar postes de madera de pino, los cuales, una vez bañados de agua hirviente reventarían la roca y nos dejarían la oquedad que marcaría la nariz y la boca cubierta por su nariguera. Por que en cuestión de modas divinas Tlalóc aventajaba a todos, siempre tocado con sus plumas de Quetzal, con orejeras y narigeras de jade, con falda votiva, con adornos en sus huaraches y en sus grebas. Y a pesar de todo, la roca burda solo nos da un indicio de lo que pudo haber sido. Por su parte trasera el monolito tiene una inmensa protuberancia que se ancla a unas fortísimas trabes de metal que soportan la roca y que impiden que se vaya de espaldas. Razones sabias fueron las que convencieron a los arquitectos a ponerselas, pues en cuarenta años en este sitio el monolito a presenciado movimientos y protestas, marchas de orgullo gay, oleadas de turistas japoneses y europeos, punketos y darketos, microbuceros, dos restauraciones al paseo de la reforma y por último, apenas hace dos años, al plantón de plantones. Todas estas, causas que hubieran hecho irse de espaldas hasta al monolito mas plantado. Por último, la piedra ofrece los dos muñones de sus imposibles manos hacia enfrente; ¿Hacia la avenida?¿Hacia el pueblo? No. Los ofrece con sumisión, los ofrece para que nos lo llevemos preso.

Antes de que los Aztecas llegaran al Anahuac (región cerca del agua) Ya los teotihuacanos habían empezado a tallar, en las faldas de un cerro volcánico cerca de Texcoco un inmenso monolito de su deidad del agua.
En algún momento, los maestros escultores decidieron abandonar el bloque. ¿Tal vez era demasiado pesado para transportarlo, y solo hasta que llevaban el trabajo avanzado se dieron cuenta?¿Era demasiado difícil trabajar este basalto volcánico? ¿O tal vez, el interés por hacer la imagen decayó? No se sabe. pero después de haberle forma, precaria, apenas esbozada, los hacedores abandonaron al inmenso monolito con el rostro dando al cielo.
El tiempo paso, durante cada año la lluvia se presento puntualmente, en temporada y cada año. Nuevos pueblos, venidos del norte re descubrieron la roca que asociaron con su deidad del agua y así le llamaron. Y como cada cosa existe solo a partir del momento en que es nombrada así nuestro bloque de piedra surgió a una vida nueva como monolito de Tlalóc, tirado en el suelo, hijo de la piedra unida a su madre veta, que de vez en cuando era adorado por algunos pobladores locales.
Con su cara pétrea miraba al cielo con ojos que no existían, y que en caso de existir no podrían ver nada pues de piedra eran. Veía, cada mes, como la región lacustre se reflejaba en la luna llena, y como en la parte media del reflejo lacustre habitaba la imagen de la ciudad que de reojo sabia que se había plantado a la mitad del lago de Texcoco. En el ombligo de la luna, México, que así se decía. En su piel de piedra se podría sentir la tranquilidad del que no es nada mas que un monolito tirado en la falda de un cerro volcánico.

Pero estas tierras cambiaron, a al menos, para los hombres , pues, hasta donde sabemos las piedras son inmunes a emociones y razones humanas. Por lo que la piedra no pudo sentir el flujo de los tiempos y predecir, como en algún momento de mil novecientos sesenta y cuatro un grupo de obreros empezó lo que otro grupo de trabajadores dejo inconcluso hacía ya mucho tiempo atrás.
Después de mucho trabajo, quedo la roca separada de su madre veta. Este no fue un parto sin dolor, pues los habitantes del lugar intentaron impedir el rapto. El gobierno prometió que a cambio les daría una replica, una copia. Y como no hay plazo que no se cumpla, hace unos días, mas de 40 años después, la replica del monolito se alza, nueva sobre la plaza del pueblo..Pero esto es tangencial.
La inmensa piedra de mas de 60 toneladas fue cargada en una plataforma y con su cara al aire fue transportado hacia el nuevo museo. En el camino la muchedumbre se apretujaba para ver pasar al dios.Después de unas horas el monolito llego al Zócalo, lugar donde alguna vez estuvo el supremo Teocalli, donde saludaría al Presidente Díaz Ordaz, este se asomo al balcón del palacio y dirigió su mirada a la inmensa figura de roca. Sus miradas se cruzaron y se reconocieron. De monolito a monolito, de cabeza de piedra a cabeza dura, de facciones de roca a facciones duras, del que fue hecho para recibir sacrificios de sangre, al que los haría. Si, se reconocieron y ambos vieron en el otro a dos monolitos enormes pero disimbolos; Los dos extremos de misma cuerda.
Al final. El monolito llego, con la noche avanzada, a su lugar actual. Y lentamente fue colocado en el centro del espejo de agua y asegurado. la masa le veía expectante y ahí acurrio el milagro...

Apenas fue colocado, algunos reporteros de los que allí estaban se burlaron de que este monolito, si bien un dios, era bastante chafa y balín. ¿No esta ya allí y no había llovido?
Al poco rato empezó a llover, primero con gotas delgadas y distanciadas, después con una lluvia fina y tenaz y por ultimo con un aguacero de gruesos goterones que lo empapaban todo. Pronto, el agua de empezó a encharcar en las calles y el mundo a los pies del monolito, por primera vez de pie, empezó a parecerse de nuevo a la región lacustre donde alguna vez se acento la ciudad.
La lluvia fue tan intensa que el agua penetro en las bodegas del Novísimo Palacio de Hierro en la calle de Durango, anego casas. Tiro arboles. Llovió y llovió...

¿Atrajo el dios prehispánico al agua o el agua espero hasta que el llegara? No se sabe, lo que si se sabe es que un par de personas presentaron, ante el ministerio publico sendas demandas contra Tlalóc, el instituto de antropología, o ante quien resultara responsable, por daños y perjuicios.

Y así fue por lo que el monolito de Tlalóc se convirtió en el primer y único dios demandado ante el ministerio publico.

Eso explica el gesto compasivo, piadoso, sumiso y al mismo tiempo burlón de sus dos muñones- manos que se extienden hacia la avenida. Esperando que alguien venga a llevarlo preso, por que eso si; Se sabe que estos labios petreos jamas emitirán declaración alguna. Pues en eso de las declaraciones y las disculpas los dioses monolíticos no conocen de disculpas ni tienen voceros que los excusen por sus procederes.

Así que si tu eres uno mas de los que despotrican por estas abundantes y copiosas lluvias piénsalo dos veces. Si a pesar de estar demandado Tlalóc no se a movido ni un centímetro ni amilanado de ninguna manera, lo que les digamos nosotros, pobres mortales le tiene sin cuidado. Así que, serenidad y paciencia.
Pero, si alguna vez va a visitarlo, fijate bien y veras como, a pesar de lo que le digamos, los orificios que están dentro de lo que debería de haber sido su boca esboza una leve sonrisa.
Si esto una vez fue lago, bien lo podría ser de nuevo. Al fin y al cabo, las figuras de piedra son famosas por su paciencia, tienen todo el tiempo, todo el tiempo de el mundo.

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