miércoles, 28 de marzo de 2012

Lagrimas.

Comentario en "Blog".
28 de marzo del 2012.

Lagrimas:

De vez en cuando recuerdo que los hombres, y todo lo vivo bajo el cielo, venimos del mar, de un lejano antepasado común; Unicelular. De nuestro abuelo Darwiniano que vivió mucho mas atrás en el tiempo que los cuatro mil años A.C del Génesis. De ese abuelo lejano venimos, como yo provengo de mi mismo abuelo, aquel, hecho de madera y corteza, a imagen y semejanza, y que ya a partido, en ese dar a luz al revés que es el regreso al útero de la madre tierra. De ese antiguo antepasado común, Unicelular, que nos hermana a todo lo que vive por su herencia genética, también nos queda un pedacito del mar primigenio. Es este Mar, antiguo y antediluviano, que mora dentro de nosotros, y que, por alguna razón, ningún anatomista ha encontrado su ubicación dentro de la geografía de nuestro interior, se ha quedado con las memorias del lejano océano original, tal vez sea por eso, que cuando estamos tristes y melancólicos, este mar se asocie a nuestro recuerdos y genere un pequeño y muy personal diluvio. Ese, cuyo objetivo es barrer las tristezas de nuestra vida, castigandolas y aciendolas sufrir, hasta inundar esas pozas del pecado, por donde entran todas la perversiones, que son el Sodoma y Gomorra de nuestros ojos. Ojos estos, finitos, razón por la cual el diluvio de nuestra tristeza los desbordara y formara la riada de una lagrima redonda y brillante, diamante efímero este, que rodara por la geografía de nuestra cara hacia el sur, y que arrastrara todo a su paso, hasta llegar a la gran cima o depresión de nuestros labios y boca, caverna esta donde mora ese grueso gusano rosa que es la lengua. Animal sabio y oráculo, que descubre el estado de animo de las cosas, y que llamamos Sabor. Así pues, nuestra inundación desbordada por los ojos será paladeada y degustada por la lengua, donde esta, en su gran inteligencia, identificara como salada, de mar distante y antiguo, proveniente de nuestro océano interno, donde moró nuestro antepasado común, unicelular, que nos une a todo lo vivo y ya creado. Como a mi abuelo, de piel de corteza y cuerpo de madera, al cual llore en otros tiempos, en otra vida, con lagrimas desbordadas de mi mar interno y que viajaron, como todas, melancólicas, hacia el sur, siempre al sur.

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